LAS CONSECUENCIAS DE LA IMPACIENCIACharles Stanley
noviembre 13, 2018
Lucas 15.11-21
»Un hombre tenía dos hijos —continuó Jesús—. 12 El menor de ellos le dijo a su padre: “Papá, dame lo que me toca de la herencia.” Así que el padre repartió sus bienes entre los dos. 13 Poco después el hijo menor juntó todo lo que tenía y se fue a un país lejano; allí vivió desenfrenadamente y derrochó su herencia. 14 »Cuando ya lo había gastado todo, sobrevino una gran escasez en la región, y él comenzó a pasar necesidad. 15 Así que fue y consiguió empleo con un ciudadano de aquel país, quien lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. 16 Tanta hambre tenía que hubiera querido llenarse el estómago con la comida que daban a los cerdos, pero aun así nadie le daba nada. 17 Por fin recapacitó y se dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, y yo aquí me muero de hambre! 18 Tengo que volver a mi padre y decirle: Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no merezco que se me llame tu hijo; trátame como si fuera uno de tus jornaleros.” 20 Así que emprendió el viaje y se fue a su padre. »Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó. 21 El joven le dijo: “Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo.»
Luke 15:11-21 NVI
¿Qué tan grave es la impaciencia? Por lo general, la consideramos como irrelevante. A menudo se la ve como una debilidad más que como un pecado; después de todo, no es tan mala como el adulterio, el robo o el asesinato. Pero, ¿alguna vez ha considerado lo que revela la impaciencia acerca de nuestra actitud hacia Dios?
Cuando demostramos incapacidad para tolerar la demora, le decimos al Señor: “No confío en tu tiempo; el mío es mejor”. ¿Puede ver la gravedad de esta actitud? La impaciencia es una muestra de orgullo porque estamos elevando nuestro entendimiento por encima del de nuestro Dios que todo lo sabe.
El camino al desastre del hijo pródigo comenzó con la impaciencia. Quería su herencia de inmediato, y no estaba dispuesto a esperar. Después de tomar el asunto en sus manos, sufrió las siguientes consecuencias:
1. Afligió a su familia.
De igual manera, nuestra impaciencia hiere a los que amamos.
2. Dejó la seguridad del hogar.
Cuando nos adelantamos a Dios, solemos dejar atrás las voces de la razón y la sabiduría.
3. Se encontró en la ruina.
La bendición de Dios acompaña nuestra obediencia, por lo que podemos perder mucho cuando ignoramos su tiempo.
4. Se sintió indigno.
No experimentamos compañerismo con el Señor cuando la impaciencia nos mantiene fuera de su voluntad.
Aunque el hijo pródigo fue bienvenido a casa, nunca pudo recuperar la herencia que había perdido. Nosotros también debemos vivir con consecuencias dolorosas como resultado de adelantarnos a Dios. Recordemos que es mejor esperar con paciencia hasta que el Señor nos haga avanzar.
Amigos cristianos en todas las naciones; Ser impacientes es ser imprudentes; es adelantarnos en el tiempo de Dios; es querer hacer más rápido nuestros asuntos; llegar a la meta ya.!
Impacientes= imprudentes= acelerados= afanados= impulsivos= imprudentes= orgullosos.! Etc.!
La impaciencia es mala consejera; no nos deja pensar, evaluar y decidir; así cometemos los errores más inimaginables y después estamos buscando a quien o a que culpar.!
La Impaciencia debe salir de nuestras vidas; echémosle fuera y no permitamos que vuelva; En El Nombre de Mi Sr Jesucristo lo declaramos.!
Clamamos por el fruto de paz, paciencia, de Su Espíritu Santo nos llene totalmente y podamos salir victoriosos.!
Amen.!
Jcoa.!